Nunca pensé que compartiría esta parte de mi maternidad, pero aquí voy. La realidad de cómo yo lo viví.
Nunca pensé que compartiría esta parte de mi maternidad, pero aquí voy. La realidad de cómo yo lo viví.
Mi primer hijo, Silvestre, nació en marzo de 2022 a las 37 semanas por una cesárea de emergencia. Desde las 32 semanas, el embarazo fue estresante. Casi no crecía y tuve controles semanales hasta que decidimos inducir el parto. Después de 5 horas de dolor y ninguna dilatación, Silvestre tuvo una baja de latidos que nos llevó a una cesárea de emergencia.
Yo lloraba mientras lo llevaban a la incubadora. Él estuvo ahí tres horas, y yo, partida, vacía y asustada.
Así fue mi experiencia de parto, y no pensé que me dolería tanto recordarlo.
En esas primeras semanas de maternidad, parecía que todo iba bien. La lactancia funcionaba, Silvestre dormía bastante y yo había retomado algo de ejercicio suave. Sin embargo, las noches me llenaban de angustia al apagar la luz, me llenaba de una ansiedad que me hacía transpirar cuando mi hijo tan solo se quejaba. Me decían que debía ser un momento de felicidad, de disfrutar a mi guagua, y me convencí de que al verlo sonreír, todo estaría bien.
“Tranquila, al mes te vas a sentir mejor.”
“Tranquila, a los 3 meses ya vas a estar más acostumbrada a tu nuevo rol.”
Pero los meses pasaron. Un mes, tres meses, seis meses… ocho meses, y yo seguía sintiendo que Silvestre había nacido ayer. Esa angustia persistente estaba siempre ahí, recordándome el momento en que se lo llevaron, y que podía morir.
Me sentía culpable porque el día de su nacimiento no fue el más feliz de mi vida.
Estaba hundida, y su sonrisa no era suficiente para respirar.
Nunca imaginé que esa desgana, ese rechazo a levantarme de la cama y atender a mi guagua, eran síntomas de depresión posparto.
Mi punto de quiebre llegó cuando, un día manejando sola, pasé junto a un accidente leve y pensé:
“Qué rico sería tener un accidente y dormir unos días.” Fuerte.
De esto, de esa depresión posparto, no se habla tanto. Ahí fue cuando supe que necesitaba ayuda.
Le conté a mi pareja y a mis padres, y ellos me apoyaron para encontrar una terapeuta especializada en perinatal.
Empecé mi terapia, y fue la mejor decisión. Pude. Lo logré. Gracias a la ayuda, hoy disfruto mucho más de mi maternidad, tengo energía para cuidar a mis dos hijos y trabajo en algo que me apasiona.
La Importancia de Buscar Ayuda para la Depresión Posparto
Gracias a la terapia pude ver que quería crear mi negocio de tatuajes, y, después, descubrí que mi vocación es ayudar a otras mamás a empoderarse y crear sus propios negocios en lo que aman hacer.
Si tú también estás pasando por algún tipo de cansancio profundo, angustia persistente o rechazo hacia tu guagua; si te cuesta levantarte o sientes que quieres desaparecer por un rato, busca ayuda.
La maternidad puede ser agotadora, pero no normalicemos ese constante estado de angustia y cansancio mental. Habla con alguien.
Si te encuentras en una situación similar y no sabes con quién hablar, escríbeme.
Estoy aquí para ti, y tengo una red de mamás que pueden ayudarte a encontrar una terapeuta.
Te abrazo fuerte,
Nati
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